jueves, 6 de enero de 2011

CAPITULO 9

Al salir del hotel encuentro frente a mí el parque que divisé desde la habitación. Cruzo la calle y me vuelvo buscando la ventana. Todas las aberturas son iguales aunque aseguro saber cual es. En el segundo piso una ventana muestra un hueco en las cortinas. <>.

En la entrada del hotel una carpa de un rojo chillón forma una U al revés dejando un pasillo, encima un enorme cartel con las letras “MIRAMAR” resplandecen con un fuerte haz de luz. Tres estrellas en la parte superior me indican la categoría del hotel.
Miro la calle arriba y abajo y me resulta difícil saber donde estoy. Una pequeña indicación que cuelga de la alambrada que me impide el paso al parque, me señala en forma de flecha:
Entrada al Parque Güell.
Al parecer estoy en la parte posterior del edén, en una calle poco transitada, en donde la gente convive como en una pequeña colonia. Conozco el lugar...

Más de un domingo, por la mañana bien temprano, Sara y yo recorríamos el parque haciendo un poco de ejercicio. Penetrábamos al parque a través del Parque del Carmelo que colinda a unos setecientos metros de la entrada principal del Parque Güell. Habitualmente seguíamos un mismo recorrido por los largos caminos de gravilla y tierra, aunque en muchas ocasiones desviábamos nuestra trayectoria por caminos que se adentraban en la montaña con verdaderos desniveles. En más de una ocasión habíamos recurrido a estos lugares, donde me encuentro ahora, para desconectar del mundo... Pasado por esta calle ascendiendo al mirador, donde la ciudad queda a tus pies.

Ahora sin embargo estoy yo solo. Aquí, en ese mismo lugar, a las siete de la mañana con una terca resaca y sin recordar. Sin saber que ha ocurrido en esa maldita habitación. Sin saber como llegue a parar al hotel. Y sobretodo lo más desconcertante de toda esta horrible situación. ¿Quién pagó el Hotel?. ¿Quién pagó los servicios?.
Puedo imaginar que la borrachera y la ira me llevaron a enredarme con una prostituta y dejarme llevar hasta este hotel. Pero lo que no logro comprender, es que ella pagara la habitación. No es posible. Necesito un extracto de mi cuenta. Necesito saber si he sacado dinero. Si he realizado algún pago. Así podré averiguar algo más. Aunque el recepcionista me dijo que mi mujer había abonado la cuantía, por lo que es imposible que yo la abonara antes. Necesito pasar por un cajero.
Me pongo en marcha, subiré por el mirador y atravesaré el parque que me llevará a la calle paralela a mi casa, donde está el cajero más próximo. Echo un último vistazo al hotel y veo como se enciende la luz de la habitación donde pasé la noche.
-Un servicio de habitaciones muy madrugador –me digo.

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